Daniel Llamas

🛩️ #69 ¿Y si sólo somos supervivientes?

Segunda Guerra Mundial.

Los Aliados querían reforzar sus aviones de guerra para resistir mejor el fuego nazi.

En una primera instancia, la solución más evidente era centrarse en fortalecer aquellas zonas que volvían llenas de agujeros, en este caso las alas, porque eran las que más disparos recibían.

Sin embargo, un matemático descubrió el “truco” de la situación: a pesar de la multitud de disparos, las alas no eran las zonas más débiles, porque al fin y al cabo, aún agujereadas, los aviones volvieron para ser analizados.

En cambio, las zonas intactas (el tronco del avión) eran las más críticas, porque si volvían intactas quería decir que un simple disparo derribaba al avión y, como nunca llegaba a volver, no podía ser estudiado.

Esta historia se ha contado de mil y una maneras para ejemplificar un sesgo cognitivo llamando el sesgo de supervivencia. Es decir, cuando nos centramos en lo que vemos, en lugar de lo que no vemos.

Salvando (sólo un poco) las distancias, es lo mismo que ocurre cuando en el típico evento de contar fracasos, nunca se cuentan verdaderos fracasos. Porque el único que aparece en Linkedin cuando buscan ponentes es el entrepenuchi exitoso, mientras que el verdaderamente fracasado quizá está a otras cosas, por lo que sea.

Algo parecido me pasa a mí cuando pienso que hay bastantes personas de mi carrera que se dedican a cosas como la innovación social o que han emprendido. En realidad, lo que pasa es que esas cuatro ovejas negras nos acabamos encontrando y al resto no les tenemos tan fichados, pero son la gran mayoría.

Aplicamos el sesgo de supervivencia todos los días de nuestra vida.

Porque convertimos en rutina la necesidad de confirmar nuestras creencias.

El sesgo del superviviente es el culpable de que nos creamos la meritocracia y de que en los pódcast solo entrevisten a las mismas personas contando las mismas historias por las cuales se hicieron famosas.