Cuando alguien me pregunta cuál es mi actuación favorita en la historia de Eurovisión, siempre doy una doble respuesta:
1/ Sólo puedo hablar de la historia reciente, de lo que he visto en directo.
2/ Moldavia 2018.
Por supuesto, no es ni de cerca la mejor canción, pero me parece el mejor proyecto. La actuación mejor diseñada.
La complejidad que exige esta diabólica coreografía implica:
Es jugar con alto riesgo, con el vértigo de que un solo paso en falso manda todo al garete.
Me atrevo a decir que este riesgo puede pasar inadvertido en casi cualquier otra actuación. No porque no estén también coreografiadas a su manera, sino porque su propio plan admite ventanas para la improvisación.
Reconozco esa sensación de vértigo, porque es la misma que me ha sucedido en aquellos proyectos que me suponen un pico de estrés.
Hay tantas cosas que deben salir bien y tantas cosas que pueden salir mal, que estadísticamente alguna se te va a escapar, y tu propio sistema no es tolerante a esos errores.
Cuando llegamos a esa situación límite, en AIDI solemos decir que “se te han caído las maderas en la cabeza”, una metáfora de que tu estructura pende de un fino equilibrismo que se desmonta con un simple soplido.
De hecho, una de nuestras métricas de rendimiento tras cada proyecto es que a nadie se le haya caído ninguna madera en la cabeza.
Sin embargo, alguna vez es necesario dar esos pasos en falso para descubrir las vías para convertir un sistema en tolerante al error.
De hecho, me alegra comprobar que hace años que no me siento en esta situación de forma mantenida durante más de unos días.
La manera de gestionar esto no iba de aumentar en control o de delegar más, de meter más bailarines o de meter más puertas para disimular el fallo. Iba de aprender a simplificar.
Por eso, hace unos años, decidimos cargarnos la estructura, la burocracia, los cargos, las cuotas… todo lo que sobraba en el concepto de AIDI —heredado de la imagen de asociación tradicional— y que realmente le impedían funcionar.
Que la cosa sea que nunca más puedan caer maderas porque ya no hay maderas que caer.
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