Daniel Llamas

🟥 #26 ¿Y si no todos los días tienen que ser buenos?

Desde el 1 de enero de 2019 utilizo una app en el móvil que se llama “Pixels” y cada noche a la 1 AM me manda una notificación para que puntúe con un color cómo ha ido el día.

  • Los días rojos son aquellos en los que he llorado de frustración, he sentido que tengo que cambiar algo de mi vida y tomar decisiones.
 
  • Los días naranjas son malos, pero no tan dramáticos. A lo mejor un autobús me ha salpicado un charco en la cara o he perdido al pádel y he estado cabreado toda la tarde, pero nada que un descanso no solucione.
 
  • Los días amarillos ni fu ni fa. Días que pasan porque tienen que estar ahí, trabajando o descansando, quizá compensando algo un poco malo con algo un poco bueno.
 
  • Los días verdes son buenos, porque me he reído, me he sentido cómodo o he hecho algo que me ha supuesto una satisfacción.
 
  • Los días verde oscuro también son buenos pero, además, son memorables. Un día verde me lo paso bien, aunque es autoconclusivo. El día verde oscuro es cuando estoy deseando contarle a otras personas lo que hice ese día. Además, me acordaré de él pasados meses o años (hacedme caso, tengo muy buena memoria para las fechas).
 

En definitiva, a mí me encantan estas frikadas y a veces (en días naranjas) me pongo a intentar identificar patrones. Y salen bastantes.

Por ejemplo, me he dado cuenta de que es especialmente más probable que un día sea naranja o rojo si el día anterior fue verde oscuro. Curioso, ¿verdad? Resaca emocional lo llaman.

A veces me pregunto qué es mejor:

  • ¿Tener muchos días amarillos y verde claro pero sin sobresaltos especiales? (Estabilidad)
 
  • ¿O tener muchos días verde oscuro a cambio de su contraparte negativa? (Turbulencias)
 

Con los proyectos me pasa algo parecido:

  • Hay rachas en las que me tiro meses encadenando proyectos amarillos. Es decir, aquellos que son predecibles, aportan estabilidad (dinero) pero presentan poca emoción. Son meses tranquilos, en los que trabajo contento, pero a lo mejor no va a ser lo primero que te cuente cuando me preguntas a qué me dedico. Su poco margen de fallo hace que sus conclusiones suelan ser redondas. Termina todo bien, cobras en su día y te llevas una sonrisa a casa.
 
  • Hay otras rachas, sin embargo, en las que me invaden varios proyectos muy demandantes, extremadamente motivantes, pero que, cuando acaban, me dejan emocionalmente agotado y con necesidad de llenar ese vacío. Aunque todo salga perfecto, la sensación es que aún falta mucho por hacer y que has invertido más horas de la cuenta. Al terminar, parece que vuelves a empezar de cero.
 

La razón me empuja irremediablemente a que elija siempre los primeros. Para vivir y esas cosas de adulto, dicen. Sin embargo, qué le vamos a hacer, siempre me vas a acabar recordando más por los segundos.