Me encanta dibujar.

Esto quizá ya lo sabes.

Llevo unos quince años pintando ilustración digital.

Esto quizá también, si me conoces un poco.

Lo que no sabes es que no tengo ni idea de pintar.

Pintar en la realidad, digo.

Nunca he dado clases de pintura.

No entiendo de perspectivas.

No sé elegir una paleta.

Me lío con la anatomía, la composición, la profundidad…

No he cogido un pincel en mi vida, Hulio.

Sin embargo, eso nunca me ha hecho parar delante de la pantalla.

Se podría decir que soy pintor nativo digital o algo así.

Y ahora que se me da un poco bien, salen miles de IA que dibujan por ti.

Dall-e, Dream, Craiyon, Midjourney…

El internet arde porque estas herramientas van a quitarle el trabajo a quienes ilustran.

Sin embargo, no olvidemos que al final una herramienta no es más que eso, una herramienta.

¿Revolucionaria? Puede. Pero herramienta.

Imagino que cuando se inventó la imprenta los escribanos temían por sus valiosas plumas.

Sí recuerdo que cuando el iPhone presentó su cámara, la gente clamaba que los fotógrafos iban a arruinarse.

Al final hay demasiada gente infravalorando el talento, la creatividad, la emoción y el cerebro.

Y demasiada gente venerando a las herramientas.

Yo personalmente me quedo con WOMBO como mi favorita para la ilustración digital.

No hace los dibujos por mí (eso sería aburridísimo), pero puedo introducir un concepto y ¡tachán! obtengo una paleta y una composición.

Mis dos principales talones de Aquiles.

De esa forma, la máquina me da lo de la izquierda y luego yo pinto sobre ello, lo de la derecha.