Daniel Llamas

⛪ #25 ¿Y si Milán no es la ciudad del Diseño?

El Ayuntamiento de Milán tiene contratados autocares que descargan gente guapa por las calles cada varias horas. Cuando esa gente empieza a tener mala cara, les recogen y vuelven a soltar más bellezas. 

Esta es la teoría que se nos ocurrió durante nuestros días en la capital lombarda. Primero, porque es algo que vimos suceder varias veces. Segundo, porque de verdad que la gente era muy guapa. Y no sólo la gente, todo era muy bonito. 

Por algo se conoce como la Capital Mundial del Diseño (con mayúsculas), ¿verdad?

Sin embargo, Milán me ha parecido una ciudad mal diseñada.

Por ejemplo:

  • Estuvimos en un museo cuyas flechas de dirección no indicaban la salida y acabamos entrando en la habitación de los guardias (con su correspondiente bronca)
  • Había varias pantallas táctiles que te proponían juegos muy chulos… pero no funcionaba el táctil.
  • No cargaban los QR del pasaporte COVID. Tampoco les importaba.
  • Teníamos que esperar media hora para el bufé del desayuno porque la persona que servía en las bandejas era la misma que chequeaba el número de habitación.
  • La expendedora de billetes del metro tardaba siglo y medio en emitir cada uno. Aunque luego en el tranvía todo el mundo se colaba.
  • Fuimos a un parque con un mapa a la entrada que no representaba para nada la geografía verdadera de los jardines.
  • Los semáforos duraban menos de 5 segundos en verde para peatones. En general, los coches te atropellan.
  • Teníamos cinco enchufes en la habitación pero nos quedamos sin luz.
  • Un Douglas con la fachada llena de flores azules y quilates pero que vendía también champú en seco.
  • Fuimos a un bar que, estando abierto, no le apeteció juntarnos sillas, pero también fuimos a uno que, estando cerrado, nos puso cena y se quedaron esperando. 
  • Luego nos bebimos un cóctel de salmón con cenizas que en la promesa de la literatura pintaba bien (spoiler: salió mal)
  • Hicimos nuestras presentaciones finales en medio de una escalera que pretendía ser un auditorio pero que era en escalera.

 

Eso sí, todo era SÚPER BONITO. Los colores, los materiales, las narrativas, los carteles, los sonidos, los olores. Todo estaba ingeniosamente “diseñado” para disimular lo mejor posible que, demasiadas veces, nada funcionaba.

Fachada, impostura, maquillaje. Y precisamente es esta actitud en el diseño de la que siempre he querido alejarme y una de las razones por las que abandoné el diseño industrial.

Ojo, me gusta el arte. Hay cosas que deben ser arte y deben ser bonitas. Lo que no me gusta son aquellas cosas que, debiendo ser diseño (porque deben funcionar), se encaran desde el arte (y no funcionan) por lo que, encima, para arreglarlo, luego se disfrazan de diseño (con una carcasa o cartel bonito). La casa sin barrer.

Tampoco vamos a echarle la culpa de todo a Milán, esto es habitual en muchas empresas. Miles de pequeñas cosas que están rotas pero, desde fuera, todo junto no parece tan mal. No siempre tienen oportunidad de invertir en diseño pero, cuando lo hacen, suele ser en maquillaje para disimular (por ejemplo, un logo genérico nuevo) y lo de arreglar los problemas ya para otro día si eso.

Porque yo aprendí hace años que el diseño es solucionar problemas. Y mucho de lo que vi en Milán, en su intento de ser bonito, no hacía más que generarlos.