Daniel Llamas

🧹 #64 ¿Y si las comunidades están cambiando?

La palabra comunidad es un concepto ambiguo que da lugar a muchas interpretaciones. En nuestro día a día nos encontramos con infinidad de comunidades: la de trabajadoras de una empresa, la de fans en torno a una marca comercial, la científica o tu comunidad de antiguos alumnos de la universidad. Si salimos del ámbito profesional y académico, también nos topamos con las comunidades religiosas, la comunidad de un foro sobre videojuegos o —un poquito de por favor— tu comunidad de vecinos.

Durante décadas, el único paso para formar parte de una comunidad era completar un formulario de inscripción (a veces pagando una más o menos generosa cuota) y ¡a disfrutar! Como mínimo, sabías que dentro de esa comunidad te ibas a encontrar personas con unos intereses parecidos a los tuyos, porque, al fin y al cabo, habíais acabado apuntadas en el mismo sitio. Además, esperabas que sucedieran cosas.

Sin embargo, desde hace unos años, vivimos en un mundo muy acelerado en el que consumimos y producimos a ritmos vertiginosos, lo cual provoca también que las personas nos juntemos y nos separemos al mismo ritmo.

Haber crecido con internet bajo el brazo ha facilitado que las personas más jóvenes pertenezcan a muchas comunidades a la vez. Si acceder a una comunidad nueva es tan sencillo como abrir una pestaña del navegador y registrarte en dos minutos, podemos entrar y salir de cada una a conveniencia.

Uno de los factores clave es que estas nuevas comunidades no se juntan solamente por intereses (el qué), sino también por valores (el porqué). Simplemente, conectan en el plano emocional o intelectual, tienen formas de pensar o de trabajar similares y comparten los mismos códigos éticos. En definitiva, quieren hacer cosas juntas. Y ya verán cuáles.

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