Daniel Llamas

💯 #16 ¿Y si la creatividad está sobrevalorada?

Dicen las malas lenguas que los extremos se tocan y hoy, bajo esta trillada premisa, quiero presentar un meme inadvertido que me parece muy acertado. Básicamente esta Campana de Gauss se aplica en situaciones donde las personas extremadamente “listas” y “tontas” coinciden en una opinión, mientras que la vasta mayoría lloramos de rechazo.

Realmente tiene sentido: aquellas personas rematadamente idiotas comparten con las más inteligentes sus ganas de transgredir la realidad, donde la única diferencia tangible es la aparente autocomplacencia en función de lo avanzada que estés en la gráfica del Dunning-Kruger.

Este dilema se me presentó (a escala reducida) a la hora de plantear enunciados en mis exámenes de la universidad. ¿Una persona tremendamente brillante que puentea el objetivo de una pregunta merece un indulto académico? ¿O está tan equivocada como aquella otra que directamente no entiende la pregunta?

Mi conclusión fue que de nada sirve verter brillantez si no hay un vaso debajo. Cada enunciado implicita un margen de exploración: tan incorrecto es quien huye de cualquier batalla como quien se mete en todas las guerras. Aunque el motivo del error difiera.

Ojalá hubiera llegado yo a esa conclusión hace años, cuando me sentía un hacker académico pero a veces era simplemente un derrape sin frenos. Recuerdo una vez en quinto de primaria que nos pidieron elaborar un mural para religión (otros tiempos) y yo pregunté «¿vale cualquier formato?», recibiendo respuesta afirmativa. El resultado fue toda la clase entregando pósteres en A3 o A4 excepto yo, entregando UN CUBO con la información repartida entre caras y cuerdas.

Siempre he tendido a estas propuestas hasta que las consecuencias dejaron de ser la mera anécdota de una profesora cargando un cubo por los pasillos, sino el rechazo en una entrevista de trabajo y otro tipo de frustraciones. Obviamente un camino siempre lineal es aburrido pero creo que se pueden dar volantazos sin salirse de la carretera.

Visto de otra manera, creatividad no implica acierto. Estamos demasiado acostumbrados a sobrevalorar la creatividad en sí misma, cuando no todos somos genios como para merecer que las reglas se alteren a nuestro paso. Distorsionar la realidad para que nuestra imaginación cuadre en ella es una trampa cognitiva, porque no hay mejor creatividad que la que se nutre con las restricciones de la propia realidad.

Es normal que odiemos los sistemas en que vivimos pero, para atinar con soluciones valiosas, primero necesitamos enmarcar los problemas.