Daniel Llamas

💨 #52 ¿Y si el humo viene de ambos lados?

Dicen que un solo volantazo te saca del camino, pero muchos te ayudan a fijarlo.

Durante años, no paré de dar volantazos mientras me figuraba qué quería ser.

Muchas veces he criticado mi vida de entrepenuchi, pero también es justo criticar todo lo contrario.

Porque si bien una actitud depredadoramente ambiciosa es tóxica, una actitud de legitimización de la precariedad también lo es.

Y me refiero a aquellos casos donde damos por válido cualquier proyecto, solo con que tenga buenas intenciones. Sin importar el impacto, la transferencia, la sostenibilidad o la rentabilidad.

Como si la gente pagara sus alquileres con gominolas y palabras bonitas.

Se genera humo, pero del otro lado.

De hecho, me parece algo cínico que una persona en esta situación luego critique el plan del entrepenuchi, cuando al fin y al cabo están intentando exactamente lo mismo pero desde diferentes contextos.

¿El dinero de los papis va a una pseudostartup de consultoría joven o va a una marca de eco-camisas hippies?

¿La subvención viene del Ministerio o viene de la Fundación de un banco?

Bueno, cada cual puede analizar la ética desde sus criterios personales, pero veo innecesaria esa suerte de superioridad moral entre ambos bandos, cuando en la mayoría de casos es pobre gente (que no siempre gente pobre) intentando sobrevivir. Lo curioso es que no son capaces de entenderse mutuamente ni asumir que no tienen la verdad sobre las formas de proceder, que no todo es tan maniqueísta.

En resumen, no me siento bien con ninguno de los relatos, sin equidistancia.

Ambos discursos me parece que tienen un puntito de positividad tóxica que personalmente me ha hecho equivocarme en mi camino al asumir como verdad esas narrativas impostadas.

De hecho, esto me lleva a pensar si lo que llamamos “democratización” (de la cultura, de la innovación, etc.), que nos debía llevar a que todo el mundo tenga la posibilidad de decir algo, ha acabado en que todo el mundo DEBA decir algo, aunque a veces no tenga ningún valor.

Me da rabia porque creo que durante años en AIDI hemos tenido un discurso tóxico donde no evidenciábamos que lo que hacíamos NO era sostenible.

Por eso mucha gente nos decía que qué envidia. Gente que incluso ganaba una pasta, pero se le caía la baba con nuestras movidas. Gente con FOMO de relatos de superación y cooperación.

Claro, cuando lo que muestras es solo una fachada y detrás está todo hecho una pena, es fácil que la ilusión de ese oasis atraiga las miradas (en autodefensa propia, diré que éramos jóvenes y aún no entendíamos estas cosas).

Pero normalmente las cosas que funcionan pasan inadvertidas porque gozan de un equilibrio sostenible, poco estridente pero muy necesario. Un equilibrio verosímil y transparente.