Daniel Llamas

📕 #46 ¿Y si dejamos de leer en diagonal?

Vivimos en la época de la prisa.

Los tiempos de consumo nos aprietan forzándonos a cambiar de ropa, cambiar de móvil o hasta cambiar de pareja en Tinder mucho antes de lo que naturalmente sería lo recomendado.

Sin embargo, todavía existe un enorme estigma con un acto tan legítimo como es cambiar de libro antes de acabarlo. La rebeldía de dejar un libro a medias.

Por alguna razón, nos podemos cansar de un videojuego o dormirnos durante una película, pero un libro impone el acto de sacrificio de tener que acabarlo. Como si no hubiera libros infumables.

Dejemos de romantizar la lectura.

No somos más inteligentes por leer más. En todo caso, lo seremos si leemos mejor.

Por esas ansias de subirnos al tren del consumo rápido, ahora parece haberse puesto de moda ciertos movimientos para recortar minutos a ciertas acciones que son irrecortables.

Como leer en diagonal. Hay hasta gurús que te dan trucos en Instagram para poder leer sin leer. Incluso gente que se dedica a contarte en un tweet el resumen de libros, pero no como recomendación para que los leas tú, sino para ahorrarte el esfuerzo de tener que abrirlos.

¿Estas personas saben lo que es disfrutar de un producto cultural? ¿Saben acaso cómo el cerebro apre(he)nde realmente nuevo conocimiento?

Me parece una acción igual de insustancial que ver una película a x2 de velocidad o visitar un museo corriendo.

Si tienes poco tiempo para leer, escoge libros más cortos o asume que tardarás más en acabarlos, pero no juegues a la diagonalidad. Si te molesta tanto un libro o una película como para consumirlos de esa manera, déjalo. De verdad, nadie te va a mirar mal porque te rindas y cambies a otro que te enganche desde el principio.

Lo paradójico es que muchas de estas personas luego son invitadas a diversos foros para opinar sobre aquellos temas vinculados a los libros que nunca realmente se han llegado a leer, pregonando de memoria el resumen que se han estudiado, sin ningún tipo de pensamiento crítico ni amago de reflexión consecuencia de interiorizar un aprendizaje.

A mí estas situaciones siempre me han generado un conflicto. Porque a veces me llaman para opinar sobre algo y, como persona que soy, pues voy y opino. Normalmente, intento opinar sobre aquellos temas donde creo que tengo un mínimo conocimiento, lo cual desemboca en una opinión sosegada, reflexionada y, frecuentemente, ecléctica.

No obstante, a veces me toca opinar al lado de algún individuo de los que leen en diagonal y, claro, suenan transgresores, contundentes, porque su opinión es un eslogan. Vacío pero carismático. Esto me ha frustrado durante años hasta que me di cuenta de que tan importante es quien habla como quien está dispuesto a escuchar.

Si una persona realmente quiere aprender sobre un tema, no quiere que le lean un surtido de resúmenes de libros de autoayuda empresarial y de frases motivacionales. Quiere chicha. Necesita anécdotas, fracasos, reflexiones, cagadas… en definitiva, humanidad.

Cuando la empatía sale a escena, es cuando se produce el aprendizaje.

Y cuando la persona que escucha -y la que lee- busca esta humanidad, las frases carismáticas se vuelven fútiles. Porque los 100 libros de emprendimiento estrujados a presión en su cerebro no son capaces de articular un solo consejo original. Cualquier tipo de farsa se destapa rápido. 

No hay lugar para los impostores.