Daniel Llamas

🚀#56 ¿Y si dejamos de innovar?

Hace poco leí algo así como que la innovación siempre es capitalista porque se basa en la generación, pero que vivimos en un mundo que ahora necesita modelos de sostenibilidad.

Por tanto, diferenciaríamos a las personas que construyen y a las que mantienen lo construido.

Esta distinción puede llevarnos a ciertas preguntas.

Por ejemplo, si en ciertas ocasiones provocamos la actividad (es decir, la innovación) simplemente para encubrir la pereza que nos supone parar a pensar. La innovación como acto reflejo.

Porque estar siempre al día, producir demasiado y medirnos por volumen es un mantra que ciertas empresas nos intentan vender, pero eso también es precariedad. La precariedad de la falta de tiempo y, en muchos casos, de la falta de conocimiento.

Al final, esta carrera por ser los más innovadores y productivos de la clase nos convierte en inmovilistas ante cualquier potencial ventana de escucha.

Inmovilistas del movimiento. Nos cuesta horrores romper cualquier inercia.

Todos conocemos casos cercanos de personas en nómina (especialmente en ámbito tecnológico, creativo o consultoría) quienes se quedan hasta la noche currando sin que los jefes se lo pidan (y a veces sin cobrar), solo por hacerse notar, competir, ser el mejor. (Si no conoces ninguno, revisa tu propio calendario).

Por el contrario, también hay personas ya con el culo pelao de experiencia que también son inmovilistas, pero de las clásicas: oposición a todo lo que sea nuevo.

No usarán metodologías ágiles, ni medios digitales, ni post-its y, si pudieran, ni correo electrónico.

Todo lo tienen en su cabeza/agenda y el equipo tiene que adaptarse a esa persona, en lugar de que esa persona se adapte al mundo.

Ambos casos, tan opuestos, realmente tienen un punto en común: total falta de voluntad por escuchar y, como consecuencia, por aprender algo nuevo, diferente.

Cierto es que normalmente la persona con experiencia es inmovilista por fatiga, mientras que la joven a veces lo es por pura prestidigitación. Porque en ciertos sectores “en boom” es más fácil aprovecharse de un alma motivada y enérgica, que todavía no tiene los compromisos vitales suficientes como para resignarse a la intolerancia.

A veces, para romper ambos inmovilismos, basta una acción tan sencilla como juntar sendos perfiles.

Yo mismo he podido percibir en primera persona el valor que crea esta alianza, desde que empecé a arrimarme a personas de diferentes edades y disciplinas.

En mi caso, estaba en una inercia tóxica de entrepenuchi, sin ser capaz de mirar a los lados.

Ahora, me encanta aprender de los procesos y habilidades de mentes con experiencia, pero también aportar mi frescura y mis nuevas miradas. No se trata de una relación entre jefes y empleados, ni siquiera de gestor de proyectos y equipo, sino de situaciones de igualdad, las cuales son especialmente favorecidas por modelos fluidos, por cierto.

La pregunta ahora es: ¿cómo podemos generar espacios donde converjan estas personas desde el respeto, la diversidad y el aprendizaje mutuo?