Quizá estoy convirtiendo en religión mi versionada teoría de los cuatro cuadrantes pero cuando un modelo mental ayuda a explicar tu realidad merece la pena aprovecharlo.
Como ya sabéis, soy un 3 de manual: analítico, organizado y planificador. Pero eso no sólo afecta al trabajo ni sólo afecta al plano actitudinal, sino que tiene un componente físico, visceral, que aplica en otros aspectos.
Es decir, mi cerebro genera la dopamina cuando un plan sale bien. ¿Y esto que implica, por contraparte? Que no disfruto de la improvisación.
“Es que es una pena que no te guste disfrutar de la adrenalina”. ¡ERROR! Un plan organizado puede ser tirarse en paracaídas para atracar el Banco de España y un plan improvisado puede ser hacer cola en Hacienda toda la mañana. No confundamos improvisación con riesgo o emoción.
Obviamente, un plan programado puede haberse resuelto una hora o un año antes y todo siempre tiene un margen de aleatoriedad que es incontrolable. Simplemente, ante dos opciones aparentemente tentadoras y con idéntico desarrollo, a posteriori me supone más placer aquella que encaja positivamente con unas expectativas mentales previas que aquella que no responde a una narrativa esperable.
No es secreto que a todo el mundo le gusta celebrar planes en su día a día. Por lo tanto, ¿por qué tanta efusividad hacia esos planes pero luego tanto rechazo hacia quienes los hacemos? ¿No es una contradicción el mero concepto de «planes improvisados»?
Con esta exposición temo decepcionar uno de los mantras sobre los que se han construido los imperios de Mr. Wonderful y las cuentas de Instagram de superación personal: “la vida es lo que sucede mientras haces planes”; “un buen viajero no tiene planes fijos”; “no hagas planes, deja que la vida te sorprenda”, “la aventura comienza cuando se acaban los planes”…
Mucha atención, pues aquí estamos entendiendo el plan no sólo como un divertimento de sábado por la tarde, sino también como un plan vital en su máxima expresión.
¿Por qué no podemos efectuarlos acordes a nuestros mecanismos naturales de disfrute sin miedo a ser juzgados por la narrativa predominante en la sociedad? ¿Acaso debemos forzarnos a discernir el mecanismo que nos funciona en función de la inmediatez o la ambición de cada plan?
Si estás leyendo esto y te parece un escándalo la revelación, tengo peores noticias para ti, persona impulsiva y efervescente: somos muchas, pero nos callamos rezagadas, por miedo a no defraudar lo que una taza motivacional espera de nosotras.
Siamo fuori di testa ma diversi da loro.
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