Daniel Llamas

📺 #48 ¿Y si Compañeros es la mejor serie del año?

Quienes habléis interactuado conmigo en el último año y medio sabéis que estoy viendo Compañeros. Bueno, estaba, porque esta semana acabo sus siete temporadas originales. Sólo me gusta ver una serie a la vez, a un ritmo de un episodio por semana, como cuando las grababa por VHS de la TV.

Ahora de verdad, es una serie que no vi en su día (cosas de la edad) y la he disfrutado enormemente. Y quiero explicaros por qué.

1/ Las historias necesitan su tiempo.

Compañeros tiene un ritmo lento. Los episodios duran lo mismo que algunas películas y, encima, ciertas tramas se cocinan a fuego lento, a veces desvelándose capítulo a capítulo durante toda una temporada.

Estamos acostumbrados a comernos producciones modernas de Netflix donde todo ocurre a un ritmo vertiginoso, porque hay que acabar la serie cuanto antes para que empiece la siguiente. Esto lleva a encadenar escenas frenéticas sin apenas transiciones -sólo transacciones-, a veces con conversaciones sin sentido. Casi como lo del libro en diagonal.

En Compañeros hay una escena de la familia desayunando, pues porque las personas desayunamos. No aporta nada a la trama, pero traza vínculos entre espectador y personajes, son escenas necesarias para generar la empatía que te lleva a quererles y odiarles. Porque una descripción visual también es valiosa, viva la contemplación.

2/ A los personajes les pasan cosas.

Parece una tontería, pero una diferencia con otras series es que los personajes (sujetos) no hacen cosas, sino que les pasan cosas (objetos). Por ejemplo, en Aquí no hay quien viva (mi serie favorita, como buen millennial), la mayoría de las tramas surgen de que los personajes tienen un necesario componente de histrionismo y, por tanto, se les ocurren ideas alocadas, con divertidas consecuencias.

En Compañeros no, simplemente funcionan como “víctimas” de diferentes eventualidades que trae la vida (enfermedades, desamores, accidentes, adicciones, engaños y un sinfín de catástrofes varias). Es verdad que condensadas, hay que aprovechar, pero repartiéndolo de una forma tan coral que no te da la sensación de que haya protagonistas ni antagonistas, todos pasan por sus buenos y malos momentos.

Lo interesante de que les pasen cosas que ellos no deciden es que podemos comprobar sus reacciones ante cada situación. Estas reacciones no son heroicas y, de hecho, me resulta curioso que es la primera serie donde veo que la misma trama se puede repetir hasta tres veces a lo largo de la serie, comparando cómo una misma situación se puede abordan desde perspectivas diferentes según el personaje o, cuando es el mismo, con los aprendizajes acumulados.

3/ Enorme impacto social.

Esto ya lo había leído en Twitter antes de empezarla, pero no me podía imaginar la de temas sociales que se abordan a través de sus diferentes personajes.

El primer capítulo trata sobre las minas antipersona pero, así de memoria, recuerdo que se han tocado temas como el terrorismo, la guerra, el nazismo, el aborto, el alcoholismo, las sectas, las drogas, la inmigración, la religión, la pobreza, la prostitución, la fama, la enfermedad mental, la ludopatía, el medio ambiente, la orfandad, el acoso sexual, el bullying, la homosexualidad, la manipulación infantil, la violencia, el maltrato animal, la pena de muerte, los desahucios, el racismo, la precariedad y, por supuesto, otras tramas más mainstream en una serie escolar, como el amor, la amistad, las familias, la educación y, bueno, el compañerismo, claro.

Algunas de estas escenas, por cierto, estarían censuradas o canceladas en nuestros tiempos, la verdad.

En fin, he disfrutado tanto de la serie porque es lenta, es sensata y es valiosa.

Ojalá hubiera más series así.