Ahora que estamos de verano, seguro que hemos visto cómo disfrutamos las vacaciones de forma distinta.
Hay quienes quieren tumbarse en el sofá.
Hay quienes quieren ver el máximo de ciudades posible.
Hay quienes quieren ver las puestas de sol tranquilamente.
Esto ocurre porque los humanos tenemos muchos tipos de hormonas distintas.
Entre ellas, hormonas que nos provocan felicidad.
Por ejemplo, segregamos oxitocina cuando nos enamoramos.
La endorfina viene cuando nos salvamos de una amenaza.
La dopamina, cuando completamos algo pendiente.
Me quiero parar en esta última.
Todo el mundo relaciona dopamina con adrenalina, porque piensan en satisfacer antojos inmediatos.
Fumarse un cigarro, tirarse en paracaídas, comprar un cofre virtual lleno de monedas.
Pero la descarga dopaminérgica también se libera cuando completamos a largo plazo.
Es lo que solemos hacer los planificadores natos.
Si me satisface tirarme en paracaídas, será por hacer check a ese plan.
La dopamina es la misma.
Simplemente, viene de otro lado.
Una amiga hace años me recomendó que pensara la típica lista de cien cosas que hacer antes de morir.
Sin darle dramatismo, me puse con ella.
Disfruté mucho con el ejercicio.
Decidí que no tenía sentido pensar a largo plazo, sino en un futuro alcanzable.
En naranja ponía aquellas que confío pueden cumplirse en el plazo de un año.
En amarillo, aquellas que podrían cumplirse este año, pero es más probable en los próximos cinco.
En blanco, las que pienso que todavía me quedan muuuchos años para que se cumplan.
Además, separé todo por categorías (ocio, personal, trabajo, amor, etc.)
En la lista hay cosas sencillas y cosas ambiciosas.
Cuando empecé a escribirla, no me imaginaba cumplir tan pronto cosas como trabajar para un gobierno, viajar por trabajo al extranjero o asistir a Eurovisión en directo.
La lista tiene que depender de mí.
Puedo proponerme ir a Eurovisión, no puedo proponerme que España gane Eurovisión.
Lo bueno es que cada año cotejo avances.
Y cada año hago check a 10-12 cosas que considero cumplidas.
La lista es infinita.
Tras cada revisión, meto otras tantas, actualizo las que pueden evolucionar y borro las que están caducadas.
La lista es ideal para quienes buscamos dopamina a largo plazo.
Cuando nos surge una oportunidad, nos ahorra tiempo en tomar decisiones: si estaba en la lista, automáticamente es un sí.
Además, es un chute de ánimos en aquellos momentos que sentimos la vida estancada pero, en realidad, ha habido multitud de avances.
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