El otro día iba conduciendo por una rotonda muy extraña.
Nunca había visto una igual.
Estaba regulada por un semáforo doble que marcaba ámbar y rojo a la vez.
La cosa es que no era evidente a qué carril correspondía cada luz.
Era una rotonda normal, no tenía sentido doble señalización.
Primero pensé que estaba mal diseñado.
Luego, que debía haber algún motivo para ese semáforo.
Que lo miraría en Google Street View cuando llegara a casa.
El pensamiento podía haberse evaporado a los 10 segundos.
Sin embargo, soy una persona curiosa y el pensamiento entró en mi bandeja de entrada cerebral.
Una bandeja de entrada cerebral es aquel lugar al que van todas las cosas que pasan por tu cabeza pero que no quieres tramitar en ese mismo momento.
En mi caso, utilizo una app de listas para crear estos sistemas de prioridad de pensamientos.
Dentro de una checklist, creo varias listas anidadas:
De vez en cuando, voy moviendo tareas de las categorías inferiores a las superiores.
Lo bueno de la bandeja de entrada cerebral es que te descarga de la responsabilidad de recordar aquellas tareas que están destinadas a olvidarse.
Tu cerebro lo agradece.
Vas flotando por la calle.
Además, podemos crear una bandeja para lo laboral, otra para lo personal, otra para recomendaciones…
Sí, soy el tipo de persona que te dice: “¿recuerdas aquel libro que me recomendaste en 2016? Ya me ha tocado leerlo este mes y está muy bien”.
Para hacer este tipo de listas yo utilizo una app tan sencilla como Google Keep.
Cuando las tareas se agrupan para formar un organismo propio, lo llamo proyecto y lo hago desde Notion.
De verdad, probad a crear vuestras bandejas de entrada cerebrales. Haréis cosas que no esperabais.
Pd: todos los semáforos tienen un motivo de ser. Y este no podía ser menos. En nuestra falta de entendimiento mutuo, me lo había saltado.