Daniel Llamas

📨 #3 ¿Y si supiéramos de qué queremos trabajar?

Érase una vez en una época no tan lejana donde acababa de terminar la carrera y mandaba mi aparatosamente escueto CV de forma indiscriminada pidiendo que algún alma samaritana de un estudio de diseño o similar se compadeciera de mí y me acogiera en su seno de prácticas. Cada uno de ellos era mi salvador por lo que había que escribir a granel, sin filtro. A todos. Incluso me llegaba a equivocar llamando a uno con el nombre del otro. Total, todos los estudios tienen nombres muy parecidos y poco recordables, con la palabra «Design» por ahí metida. No contaba con lo que sucedía en las cabezas de aquellos disainers que osaban ignorarme mediante ghostings también a granel.

Ahora, cinco o seis años después, me encuentro con que me llegan esos mismos mensajes a la bandeja de entrada de Macedonia. Tampoco voy a fliparme: me llega uno de higos a brevas, pero cada vez es más frecuente. Lo primero que me llama la atención es que, CV aparte, se nota que no se han esforzado mínimamente en personalizar los mensajes. Rascando un poco sabrías que Macedonia no es una empresa y mucho menos nos llueve el dinero como para poder salvarte a ti sin habernos salvado a nosotros primero. Probablemente me caigas bien pero, si empiezas equivocándote de primeras (por favor, no nos llames «Mandarina»), aunque necesitara manos, no te iba a elegir. En estos casos, intento empatizar con mi yo del pasado y, al menos, dar una respuesta explicativa de por qué no es la puerta a la que deben llamar, al menos por el momento, pero que estamos aquí si necesitan orientación o ayuda en esto o en cualquier otra cosa. Lo que más me ha sorprendido es descubrir que, después de currarme un párrafo donde poner en práctica el Síndrome del Ayudador… ¡luego no me contestan! No digo que tenga la capacidad de cambiar la vida de nadie a través de un mensaje pero, no sé, quizá lo que empieza como un intercambio de interés mutuo, se acaba convirtiendo en un «te recomiendo entrar en el Slack de AIDI» y en varios años acabamos trabajando en un proyecto, no es tan descabellado.

Hablando con otros estudios, los de verdad, los que llevan décadas en esto, me comentaban que estos correos se repetían por decenas cada semana y no tenían capacidad para gestionarlos. Entonces, ¿de quién es la culpa? ¿Los jovencitos no saben buscar? ¿Hemos idolatrado el emprendimiento para hacer pensar que cualquier autonómo puede y debe asumir tener becarios a coste gratis a su cargo? ¿El mercado no puede asumir tanta carga de egresados que al final mayoría de ellos tienen que reinventarse y colocarse en otras profesiones a priori insospechadas?

Yo hice las prácticas en un lugar donde estuve contento pero que profesionalmente era la antípoda de lo que he acabado haciendo. Y me consta que otras personas hicieron sus prácticas en «aburridas consultoras estratégicas» cuando su sueño era tocar madera en un taller artesanal. Aquí no es cuestión de capacidad de mercado, simplemente de matching.

¿Es justo pensar que deberíamos salir de la carrera sabiendo lo que queremos? Si ni siquiera a estas alturas sabemos qué profesiones habrá dentro de unos años ni dónde vamos a estar trabajando nosotros mismos.

Ahora que tengo una mínima trayectoria y puedo ver mis pasos con cierta perspectiva, sólo puede decir que admiro a aquellas personas que, dentro de sus consolidadas trayectorias, siempre intentan acoger a otras más jóvenes de una forma justa y remunerada. Pero también admiro a aquellas personas jóvenes que no se cansan de preguntar, porque es algo que, por ignorancia o arrogancia, no supe hacer en su día.