Daniel Llamas

😭 #17 ¿Y si nos vamos a la calle de la llorería?

Lo que nos gusta una competición en este país. Ya sean unas elecciones políticas, un derbi futbolero o, como sucede una vez al año desde hace más de medio siglo, Eurovisión.

Cualquier excusa es buena para iniciar un debate y defender los intereses propios sobre los ajenos aunque, en los últimos años, las redes sociales (especialmente Twitter) se han convertido en un terreno propicio para que cualquier persona pueda opinar sobre lo que quiera y, sobre todo, en el momento que quiera, lo cual desemboca irrefrenablemente en la tiranía del impulso sobre la mesura.

En el contexto eurovisivo lamentablemente significa que aquello diseñado como una reivindicación, una comunión o simplemente una fiesta, se convierte en un sumidero de odio. A veces parece que la tendencia cainita nos contiene de evitar apoyos mutuos cuando dos causas igualmente legítimas compiten, en favor de pisar a aquella que en otro contexto sólamente difiere levemente de nuestro parecer. 

No hace falta usar demasiado el buscador de Twitter para dar con miles de ejemplos de personas que acaban desvirtuando por completo los orígenes de esas causas. No les importa Eurovisión, sólo les importa el odio.

De hecho, lo más llamativo es la paradoja de que, mientras que los terrenos virtuales son testigos de luchas protagonizadas por ofendidas personas a las que les va la vida en esta defensa, las aludidas “en el mundo real” se llevan estupendamente haciendo fruto de la más sana rivalidad. Por ejemplo, Chanel -la ya electa representante de España en el próximo Eurovisión 2022- habló del fuerte compañerismo entre ellas durante la preselección, escenificado a través de este abrazo de felicitación con una de las principales favoritas, Rigoberta Bandini o de esta muestra de apoyo por parte de una de las integrantes de Tanxugueiras. Sin embargo, las muestras de odio le han obligado a tomar distancia de las redes sociales de momento, recibiendo incluso amenazas, algo de lo que también ha hablado Manel Navarro, nuestro representante en 2017.

Como en todas estas competiciones, siempre existe una parte subjetiva y otra objetiva. La pasión contra la razón. Las soflamas contra las estadísticas. Al igual que una persona futbolera siempre va a ver el penalti en el área rival, Eurovisión es un caldo de cultivo perfecto para generar sesgos y prejuicios que surgen de las entrañas menos racionales de cada cual. El problema es cuando esa pasión cruza la línea del entusiasmo y se convierte en agresión. Disfruta de lo tuyo sin invadir lo de los demás, no es tan difícil. 

Si necesitas argumentos para defender de una forma razonable que tu canción favorita merece ganar, siempre tienes la valiosa e infravalorada opción de respirar y, antes de cualquier exabrupto accidental, informarte, explorar, consultar… porque también existe una parte objetiva. 

Usar la racionalidad no significa vivir con menos intensidad el festival sino reconocer que una actuación objetivamente puede haber resultado más floja, cometido equivocaciones o, simplemente, que su elección final puede no ser la más recomendable en función de parámetros estadísticos (los estilos predominantes en los últimos años, las canciones elegidas por otros países o los sondeos entre el público internacional, entre otros). Saber primero de lo que se habla relaja muchísimo el debate, porque los argumentos apaciguan el fuego interno y ese es el primer paso para no caer en la trampa de la discusión desmedida.

Escribe esto una persona que cada año se lamenta cuando su favorita no ha impactado tanto como prometía y que aplaude cuando un “dark horse” emerge, es decir, aquella propuesta a priori más tímida que acaba impresionando inesperadamente tras el directo, como ha sucedido con Chanel. Que gane la mejor, sea la nuestra o no.

Si de verdad te gusta Eurovisión, recuerda que NUNCA ganaremos el festival si no organizamos una preselección en condiciones. La delegación española ya ha cumplido con su parte del trato con esta resurrección del Benidorm Fest; ahora, sólo falta la nuestra estando a la altura como eurofans. Respetemos un proceso tan digno que, si genera debate, solo debería significar un gran nivel que lo convierta en una verdadera fiesta y una sana competición. Y si no, a llorar a la calle de la llorería.

Artículo originalmente escrito para Hateblockers.