Daniel Llamas

🎾 #13 ¿Y si echamos las bolas a la red?

Me gusta el pádel, porque soy malo y necesito que esto continúe así. Pánico me produce el momento en que empiece a tomármelo en serio. Mientras tanto, asisto religiosamente a mis clases los sábados por las mañanas en las que, tras cada ejercicio que realizamos en grupo, las bolas quedan dispersas por toda la pista.

El profe nos manda recoger y lo intuitivo es que cada cual recoja una parte de las bolas, ¿verdad? Resulta que «inventé» un nuevo método consistente en irme hasta las paredes de la pista y golpear todas las bolas lejanas para que se acumulen en la red y sean mis compañeras quienes las metan directamente en el cesto, sin desplazarse apenas. A ojos críticos externos puede parecer un método injusto porque el trabajo deja de estar repartido equitativamente pero… ¿acaso no asume cada cual su rol y, en términos generales, tardamos menos en recoger? Si suena inverosímil pero funciona, quizá ya no es tan estúpido.

A esto le llamo diseñar un proceso y, aunque no es algo vistoso ni enmarcable, cuando me encuentro con un proceso fluido no puedo evitar experimentar un placer estético similar al de otras personas ante una obra de arte.

El diseño de un proceso es violento, porque supone romper con una rutina. Pero también es compasivo, porque esa ruptura genera aprendizaje, el merecido rédito al esfuerzo del cambio. A esto le llamamos facilitación de procesos, cuando intervenimos sin condescendencia para integrar desde la asimilación.

A veces mi trabajo queda sumergido, aprisionado entre la promesa de las ideas y la tangibilidad de los resultados pero, de momento, no encuentro mejor halago que quienes empiezan a llamarme «process boy». Espero que las bolas lleguen cada vez más rápido a la red para disfrutar de más minutos de juego.