Daniel Llamas

🏋 #9 ¿Y si dejamos de ser horizontales?

El mejor caballo de Troya del neoliberalismo en este contexto postmodernista del trabajo cooperativo es la mal acuñada «horizontalidad». Un concepto tan manoseado que presenta la paradoja de que es atribuido a colectivos de tendencias especialmente socio-colaborativas, cuando precisamente es el reflejo de la más tensa voracidad del mercado.

Usamos horizontalidad como sinónimo de colaboración, porque nos han dicho que colaborar ahora está de moda. Desaparecen los jefes, las normas, las estructuras. ¡Qué ganas teníamos de sentirnos libres! ¿Eran así las metodologías ágiles?

Buscar la simultánea presencialidad de todo el equipo ante cualquier conversación no es horizontalidad, es multiplicar los tiempos invertidos en una misma misión que podría resolverse delegando de forma asíncrona.

Dar voz a todas las personas sobre todos los debates no es horizontalidad, es desprestigiar los conocimientos y experiencias particulares de cada especialista.

Lanzar propuestas al aire sin ninguna estructura de canalización no es horizontalidad, es cercenar la oportunidad antes de que nazca, infravalorar las posibilidades de que una idea pueda proyectualizarse.

Esta falsa horizontalidad es un señuelo peligroso porque se esconde tras afables relatos de exclusiva inclusividad, para generar un caos subrepticio. Un caos en el que tensamos las individualidades para que acaben rebotando sobre el verdadero espíritu colaborativo de un equipo.

No, lo siento: no todo el mundo tiene que opinar en todo momento sobre todos los asuntos. Lo que tendríamos que empezar a practicar todos es saber cuándo callar, cuándo escuchar y cuándo aprender. Solo así sabremos decidir, por fin, cuándo hablar.