La semana pasada la UNESCO declaró a Madrid como Patrimonio Mundial. En concreto, se reconocerá como Paisaje Cultural urbano al eje compuesto por el paseo del Prado y el parque del Retiro, con sus seis museos incluidos. De esta forma, Madrid se incorpora al resto de capitales europeas que ya eran Patrimonio Mundial y España mantiene su medalla de bronce a país con más reconocimientos, solo por detrás de China e Italia.

Una buena noticia para la cultura, el turismo y, en definitiva, para la sociedad madrileña, ¿no?

La celebración parece unánime pero me encuentro con un grupo no tan pequeño que, de hecho, parece contrariado por la noticia: parte de la comunidad del ya desahuciado Medialab-Prado.

Esto tiene una explicación muy sencilla. Durante meses, defendimos (y me incluyo) que la única manera de salvar Medialab era alegar que su cierre ponía en riesgo la candidatura para Patrimonio Mundial del Paisaje de la Luz porque la propuesta no podía modificar ninguno de sus elementos durante el período de examen. Objetivo que evidentemente era incorrecto.

Me resulta alarmantemente curioso que esta comunidad tan ligada a la cultura sea prácticamente la única donde sea ha recibido esta declaración como un jarro de agua fría.

¿Queríamos salvar Medialab para no poner en riesgo la candidatura de la UNESCO o realmente lo único que queríamos era salvar Medialab agarrados a cualquier clavo ardiendo? ¿Cuándo vamos a reconocer que la estrategia de salvación fue equivocada? En definitiva, nos hemos quedado sin Medialab y sin excusas.

Mientras tanto, aquí sigo yo, debatiéndome sobre si debo o no debo alegrarme por esta aparente buena noticia o si eso supondría automáticamente traicionar mi defensa por la que ha sido mi casa estos años.