– Disculpe, señora.

– Buenos días, jovenzuelo. Tú eres forastero, ¿no? ¿Qué se te ofrece?

– Así es, vengo de la capital y estaba buscando el Parque del Paseo. He quedado allí con mis compañeras para organizar un laboratorio de creación autoorganizado basado en el aporte gastronómico voluntario de una serie de agentes activos que comparten una idiosincrasia común.

– Vamos, que vas a hacer una merendola en el césped. El parque está justo al lado de la plaza donde se monta la verbena.

– Estupendo, me encantan esas grandes sesiones transversales de experiencias vecinales a través de la gamificación y el diálogo en el que compartir culturas y modos de pensar de una red intergeneracional de cohabitantes.

– ¿Qué mierdas dices? ¿Y qué haces con esas pintas?

– Realmente visto así para asistir al espacio de cuestionamiento cultural de los paradigmas en el intercambio de roles mediante la mimetización artificial basada en la creatividad aplicada a la artesanía textil.

– ¿Lo de la fiesta de disfraces que montan luego durante la verbena? ¿Sólo has venido para eso?

– Exacto, aunque ya nos quedaremos toda la noche, aprovechando la intervención artística basada en el consumo simultáneo de diversas piezas sonoras con el objetivo de generar sinergias colectivas gracias a la documentación de la memoria social.

– ¿Lo de la orquesta de versiones que hay esta noche? Me vas a acabar mareando con tanta palabrería.

– Para mareado voy yo del susto de pensar que si no hablo así me quitan la subvención del disfraz.

– Pues ten cuidado, no te pongas después de las nueve que no te vale santolio. Como te dé una miaja de apechusque, la roscas.