Daniel Llamas

La promiscuidad intelectual

Un día navegando por Linkedin descubrí un término con el que rápidamente empaticé: promiscuidad intelectual. Lo había acuñado en una conversación Alberto Levy para referirse a aquellas personas que tienen -tenemos- intereses muy diversos y velozmente actualizados. Nos cuesta especializarnos porque la curiosidad por aprender algo nuevo supera con creces la estabilidad que aporta el dominio de una única materia.

¿Qué pasa? Que uno no puede ir por la vida sabiendo un poco de todo porque eso pisa la frontera con saber mucho de nada. Por esta razón, hay ciertos modelos como la famosa gráfica del conocimiento «en T» (T-shaped) que explican cómo encajar estas inquietudes. Básicamente te recomienda tener un mínimo conocimiento en muchas áreas complementarias pero especializarte en una de ellas. Al final, este tipo de perfiles trabajan muy bien en equipos multidisciplinares, adquieren velocidad de adaptación para diferentes retos y pueden sentirse muy cómodos en un rol de gestión o liderazgo.

¡Sorpresa! Hace poco ya me contaron que la gráfica en T se había quedado desfasada y ahora estaba de moda la gráfica en peine (comb-shaped), que viene a ser lo mismo pero con muchas especializaciones paralelas. Luego incluso existían modelos mixtos y dibujos imposibles pero todo esto me lleva a pensar en que, para los promiscuos intelectuales, es extremadamente complicado decidir dónde profundizar en un mundo tan cambiante donde sabes que lo mismo aquello que estudiaste el año pasado en unos meses ha sido desbancado por otra alternativa que ya estás empezando a investigar… ¿Vamos a acabar llegando a una gráfica en rectángulo?

A todo este batiburrillo cognitivo se le añade la denominación de términos que sufrimos quienes nos movemos en terrenos de diseño. Menciona que eres «Product Designer» o «UX Designer» en 20 empresas y puedes recibir 20 interpretaciones de cuál es tu área de especialidad.

De hecho, durante los meses en los que he intentado encontrar mi sitio existencialmente entre las empresas que me llamaban la atención, estaba convencido de que quería ser «Service Designer» porque decir «Industrial Designer» me mandaba automáticamente a una fábrica controlando moldes de inyección o a un taller lijando la madera recién fresada, ¡pero yo quiero trabajar en otras fases del proceso! ¡Lo mismo ni siquiera mi proceso tiene esas fases!

Conversando con Ludita el día que nos conocimos, me lanzó sin querer una reflexión que se me ha quedado grabada: ¿por qué voy a decir que soy «Service Designer» en un sector con miles de perfiles iguales en el que mi valor diferenciador será el venir del Diseño Industrial? ¿No tiene más sentido mantener mi denominación de «Diseñador Industrial» (conocimiento transversal) pero con especialización en aspectos específicos como el conocimiento del usuario y la gestión de las personas (puntas del peine)?

Esto me da la ventaja de «inventarme» un nicho menos explotado en la intersección entre el mundo service y el mundo industrial, mostrando diferentes competencias especiales en cada uno de sendos territorios.

Aterrizar hasta esta conclusión -a priori tan obvia- realmente ha sido un proceso de 8 meses a fuego lento hasta que, como a modo de intervención divina, vi claro cuál era mi mapa de acción. Y como tengo la mano suelta, lo dibujé y luego lo puse bonito:

Básicamente he visto clara la diferenciación entre mis intereses y sus aplicaciones. Mi interés principal son las personas, ya sea diseñando para ellas, dirigiéndolas o formándolas. Y combinando estos tres intereses entre ellos encuentro las tres áreas de aplicación que defino: diseño de productos y servicios, diseño de organizaciones y diseño de eventos.

De repente había encontrado cómo encajar esta última pata en la ecuación y, además, cualquier concepto de mi interés que se me ocurría sacar a la luz encajaba perfectamente en alguno de los círculos de este gráfico.

En definitiva, me he cargado la gráfica de T y la gráfica de peine y he creado una gráfica con circulitos, que es la que mejor me define a día de hoy. Podéis mirarla con atención pero no hagáis esfuerzo en memorizarla porque en unos meses, con total seguridad, la promiscuidad intelectual habrá hecho que me invente otra totalmente distinta.

 


Actualización mayo 2020: En estos días varias personas me habéis mencionado esta entrada y, dedicándole una relectura, me he satisfecho de mi capacidad auto-predictiva por lo que escribí en el último párrafo. En efecto, tras este año desde que hice mi «gráfico de los círculos» (como a veces me lo llaman) podríamos decir que ¡lo he cambiado por completo!

Hasta la dualidad entre diseño industrial y de servicios ya lo dejé como un dilema de mi pasado, lo cual me alegra, porque quiere decir que el tiempo y la reiteración van generando continuamente nuevas respuestas (y también nuevas preguntas). Quizá la cosa de la que me siento más orgulloso es que este mismo gráfico haya servido de plantilla para otros compañeros «promiscuos intelectuales» que han pasado por un proceso similar al mío en estos meses. ¡Siempre encantado de ayudar y de intercambiar herramientas!


Imagen de cabecera tomada en la tienda LEGO del Centro Comercial La Vaguada.